miércoles, 13 de octubre de 2010

Kobe y el trash-talk

Tierras lejanas, inicio de pretemporada, falta de forma y relajación. Con todos estos elementos se presentó un poco retocado ganador de la NBA.

La motivación viene por la cantidad de miradas y la responsabilidad de llevar el nombre asociado de "campeón del mundo". Aunque esta consideración se establece por aquellos lares de manera unilateral, es cierto que admite poca duda. Nadie fuera de la exigente liga puede contrarrestar el alto nivel de los Lakers. Salvo un equipo de la calidad del Barça en circunstancias como las planteadas.

El arranque de la temporada es bastante liviano en sus primeras semanas, con entrenamientos para recuperar el tono que en muchos casos siguen al partido de estreno. El ejemplo es que el calendario ofrece hasta 12 partidos diarios tras solamente una semana de entrenos.

Sin más que una mirada de soslayo a las pesas, los chicos de Phil Jackson cumplen con el trámite impuesto por Stern de pasearse por puntos clave del mercado NBA fuera de los Estados Unidos. La presencia de Pau en Los Angeles obliga a rescatar el pasado de Gasol para elegir contendiente. Otros viajarán todavía más lejos para enseñar las bondades de un baloncesto con posibilidad (y necesidad) de crecimiento.

Los jugadores del Barça rinden a las mil maravillas y obligan a Kobe a esforzarse más de lo inicialmente previsto. Aquí el compromiso de Pau está fuera de toda duda.

Y tenemos que introducir un elemento importante en el juego sucio NBA. El "trash-talk" se espolvoreó hace años y gente de distinto pelaje y calidad se encargó de hacerlo suyo. Distracción, cabreo y opción de descentrar. Con estas premisas la eficacia del lenguaje basura se expande como una plaga. También crece como recurso en la defensa de un jugador en mejor forma. Este es el caso que nos ocupa.

Kobe se ve sorprendido por el nivel de juego de un desconocido para él Pete Mickeal. Un tipo que, con aspiraciones justificadas de ser NBA, se queda fuera de la fiesta. Dallas le invita a participar después de seleccionarle en el draft hace diez años, pero rompe la tarjeta. Sueños rotos y a buscarse la vida.

La maleta de Mickeal guarda enseguida uniformes de equipos de ligas menores y a lucir pegatinas de distintos países. El pasaporte de Pete se sella en lugares tan insólitos como Filipinas.

Su talento anotador le hace aterrizar en Lugo, donde se convierte en ídolo. Pocos alicientes en un equipo acostumbrado a la derrota y acepta un nuevo rol, el que le ofrecen en Vitoria. Chaval, tendrás que mirar menos a canasta y ser uno más. Anotarás cuando haga falta. Firma y se recicla.

Mickeal encaja a la percepción y sus pasos siguientes le llevan a Barcelona. El trabajo le recompensa con un papel importante en el mejor equipo europeo del momento.

Con poco que demostrar tiene que aguantar las "sobradas" de Kobe, se pica y gana. Después de sufrir, sudar y machacarse durante años no acepta la palmadita en la espalda de Bryant, y por eso el desafío es algo más que una victoria. Una reivindicación para alguien que soñó con ser uno más en la NBA.

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