lunes, 22 de noviembre de 2010

El corazón de Monty

Un prometedor alero de la universidad de Notre Dame soñaba con ser uno de los diez primeros en estrechar la mano de David Stern en el Draft del 94. Finalmente tuvo que esperar a ser llamado en el vigésimo cuarto lugar. Los Knicks le eligirían en esa primera ronda, aunque aquel equipo nada tiene que ver con el despojo de los últimos tiempos que poco a poco va adquiriendo cuerpo.

Poco afortunado en New York, sembrado de jugadores de clase y con mucha competencia en su puesto, su camino NBA le reservó un espacio de anexo en el banquillo como hombre de refresco. La fortuna sonrió a Monty Williams cuando se le detectó una seria afección cardiaca, la misma que se llevó por delante al all-star celtic Reggie Lewis en la cumbre de su carrera. El mismo tipo de dolencia que segó la vida de la famosísima estrella de instituto Hank Gathers, con algo más que visos de ocupar el Olimpo.

Se le advirtieron los peligros a los que se enfrentaba, pero Monty decidió luchar contra su destino en la cancha. Con un tratamiento de por vida pudo completar una sólida carrera jugando una veintena de minutos por partido y colgó las botas dando las gracias a la suerte convertida en ángel de la guarda.

La visión del baloncesto que le otorgó su condición de suplente, unido a la madurez y templanza que consiguió a la fuerza para mantener a raya a su corazón, le hicieron desarrollarse mentalmente como entrenador. La táctica y los galones los fue adquiriendo a la sombra de Nate McMillan en los Blazers, donde permaneció cinco temporadas como asistente.

La oportunidad como primer entrenador le llega ahora en un proyecto a la deriva, con cambios en todas las líneas horizontales de dirección y gestión. New Orleans Hornets. Coge el juguete roto, busca pegamento e intenta hacerlo funcionar, le dicen. Y para sorpresa de todos, el bueno de Monty no sólo hace funcionar lo que otros habían casi echado a la basura, sino que lo convierte en el juguete de moda.

Cierto es que el talento de este equipo es innegable, pero ya había dado muestras de un desgaste casi fatal el curso pasado. Demostrado queda que en la NBA con un par de buenos traspasos se puede pasar de no ser nada a ser algo tremendamente competitivo.

Chris Paul se ha recuperado para la causa, y hace buena la teoría de que no ofreciendo tus mejores números y jugando con perspectiva puedes sacar lo bueno de tu equipo. West luce su mejor cara y Ariza encaja de nuevo como hombre de equipo.
La nota de color la pone el italiano Belinelli, que ha pasado de la marginalidad a desempeñar un papel decisivo en dos temporadas. Después de lograr unos excelentes registros en su primera pretemporada en Golden State fue relegado de forma inexplicable y no pudo asomar la cabeza en todo el tiempo que fue ocultado en lo más profundo del banco "warrior". Marco no pudo brillar tampoco el año pasado en Toronto, quizá jugando demasiado encorsetado al estilo Rudy en los Blazers. Ahora le llega el momento.

Los Hornets acaban de apuntalar el edificio en construcción con la llegada de un hombre interior como David Andersen exportando la negatividad que podría sugerir la suplencia de Stojakovic. El milagro de Monty, que deja en el empeño parte de su castigado corazón y toda la fe que le llevado hasta aquí.

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