martes, 5 de abril de 2011

La suerte y Sabonis

Eran otros tiempos. Los pantalones no se llevaban por debajo de las rodillas ni eran tan amplios. La NBA todavía estaba lejos de intervenir para impedir que la moda de la calle retroalimentase a los ídolos de la cancha.
La mirada hacia todo aquél que no hubiese jugado en algún ciclo de su formación educativa en el país era rara. En la etiqueta hacia los osados que buscaban su oportunidad desde Europa se podía leer "soñador".

Con un coraje a prueba de lastimeros voceros, los primeros valientes fueron recibidos no demasiado alegremente. Muchos les veían sólo como carne de banquillo y como elemento exótico sin fuste.

Glouchkov y Fernando Martín tenían un cartel en Europa digno de merecer minutos en la gran liga. Al búlgaro las lesiones primero, la falta de confianza y los excesos después significaron su adios. La buena vida, el sueldo y el brillo de la vida del deportista de élite nublaron el juicio de Glouchkov haciendo de él una sombra de lo que un día fue lejos de allí. Nunca alcanzó el verdadero nivel que pudo ofrecer, a pesar de que en Italia desplegó un juego brillante en ocasiones.

Lo de Fernando fue una mezcla de despropósitos. Le tocó a él abrir brecha en una liga no acostumbrada a lo foráneo. Su entrenador, Mike Schuler, que se regía por un manual clásico y poco dado al artificio, ni confió en el bravo Martín ni supo explotar su calidad en las condiciones más provechosas para el madrileño. Las lesiones tampoco le ayudaron en su intento. Vuelta a casa con la cabeza bien alta. Merece otro artículo.

Pocos pudieron disfrutar de la buena acogida de Schrempf, un alemán formado casi íntegramente en los Estados Unidos, y visto no como extranjero sino como producto "de casa".

Y a todo ésto había un jugador destrozando aros, rompiendo pizarras de equipos contrarios y alguna que otra cintura rival. Un tipo con aptitudes para ésto del baloncesto difícilmente alcanzables, rápido, hábil, acunado en la Unión Soviética y con pinta de leñador.

El complicado momento político de la época impidió la llegada de Sabonis a la NBA, a pesar de haber sido seleccionado por el mismo equipo cuya camiseta lució Martín. Los Blazers no pudieron disfrutar del mejor Sabonis.

La carrera deportiva de Arvydas casi se resquebrajó en pedazos al tiempo que su tendón de Aquiles se rompía. Pocos creían que lograría lucir de nuevo entre los mejores, pero su paciencia y la mejor recuperación posible, trazada en Valladolid, lo hicieron posible. Recuperó sensaciones en compañía de su amigo Kurtinaitis y devolvió en la cancha todo el esfuerzo que los médicos pusieron en su rehabilitación.

Su paso por el Real Madrid supuso el espaldarazo definitivo para los ojeadores NBA, deseosa ahora de contar con lo mejor que le ofrecía el baloncesto FIBA.

La vida da vueltas y a veces se detiene al punto deseado. Portland por fin vistió a Sabonis de blazer y enseguida la afición rindió pleitesía a uno de los mayores talentos que el baloncesto ha dado. Los apasionados del basket nos solemos hacer la misma pregunta al ver a Arvydas en su etapa NBA. ¿Y si Sabonis no se hubiese lesionado de gravedad?

Se abre una incógnita en la repuesta, con la posible irrupción de "Sabas" a mediados de los 80 en una tierra inerte para los europeos. Lo que está claro es que su rendimiento despertó tanta admiración que pronto el nombre de Sabonis formará parte del "Hall of Fame". Enhorabuena.

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