domingo, 19 de junio de 2011

Un rey sin reino. El futuro de Lebron

Una larga competición deportiva no siempre consiste en una ciencia exacta. Era de esperar que la magia del fútbol concediese todo tipo de parabienes al FC Barcelona, y que los dioses escogieran a Messi como ocupante de una silla vacía. Se cumplió con lo previsto.


En baloncesto las letras de la Historia se escriben con una letra distinta. La Liga la obtuvo también el Barça, no sin pasar antes por una complicada travesía. El Real Madrid se salió del camino varias veces pero consiguió encontrar una vieja brújula que le guió hasta un punto cerca del destino. Y a todo ésto la sorpresa se consumó con la irrupción del Bilbao Basket en la final. Irreverentes ante el destino, el equipo vasco destrozó todo tipo de previsión.


En la NBA el asunto parecía estar claro. Todo apuntaba a una final entre los todopoderosos Lakers y el enésimo equipo de ensueño encabezado por tres allstars sedientos de títulos. El arranque de temporada fue todo menos plácido para Miami Heat, y los rumores y la desconfianza se apoderaron de las primeras semanas de regular season.


En Los Angeles el puro ya se había encendido bien pronto. El problema es que en el momento más inesperado se apagó y no se halló ningún mechero que devolviese el humo e iluminase la ceniza.


Lebron James anunció en verano su nuevo equipo de forma torpe, poco respetuosa con su hasta entonces entorno deportivo, y en contra de los mismos principios que hicieron a Messi merecedor de su sillón. Un programa de televisión mostró la "decisión". Los dioses del deporte quizá en ese instante cubrieron con una manta el asiento que habían empezado a tallar a mano cuidadosamente tiempo atrás.


Los Heat no pudieron superar a un invitado que nadie esperaba en las Finales, y ahora la palabra decepción golpea el interior de Lebron como un chillido ahogado que quiere convertirse en triste aullido.

¿Cuál fue el verdadero problema en Miami? Difícil de clasificar. Ponderar los factores que intervinieron es complicado.


Con los años se ha demostrado que las uniones de estrellas no hacen exitoso al conjunto. Al recuerdo vienen aquellos Lakers con Karl Malone y Gary Payton, cansados de no tener anillos y que juntaron fuerzas en un equipazo sin títulos.


Bosh se perdió en su papel de secundario de lujo en un roster sin un líder definido. Pasó de ser cabeza de león en los Raptors para ser un complemento que cambiaba de percha constantemente. Lebron y Wade supieron entenderse por momentos, pero cuando el sudor más apretaba, James se disolvión como azucarillo en el café, y Dwayne viajó solo.


Mucho se critica a Lebron, por su supuesta falta de entrega, por su incapacidad de ser el guía o por dejarse arrastrar por una dinámica derrotista. Todo éso cuenta en su debe, y no le resultará sencillo superar ese muro que al otro lado del charco acostumbran a construir cuando una figura llamado al todo se queda en la nada. Lo que se haga en los despachos de los Heat en estos meses influirá en lo que será Lebron. Un rey aspirante o un rey sin corona desterrado.

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