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miércoles, 14 de noviembre de 2012

D ´Antoni el elegido


La especulación dejó paso por fin a la realidad. Muchos habrían apostado dinero a que Phil Jackson iba a recuperar su viejo sillón especial para dirigir desde el banquillo a sus queridos Lakers. Tan claro se veía que ya se comenzaba a redireccionar el viejo mensaje y los conceptos del ataque ideado por Tex Winter a una renovada plantilla aspirante a todo.
Eran pocos los que creían que D´Antoni realmente tenía alguna opción, y que no se trataba de un candidato de quita y pon a conveniencia del consumo mediático.
 Las horas que sucedieron a la destitución de Mike Brown se manejaron con una puesta en escena discretísima por parte de Jim Buss. Si es cierto que Jackson pedía plenos poderes es algo que se quedará en la famosa reunión, salvo que aparezcan grabaciones del encuentro. El "maestro zen" niega haber solicitado facultades especiales en la gestión más allá de la gestión del vestuario. Poco importa ya. La decisión se tomó al margen de lo que la prensa especializada había vaticinado.
Mike D´Antoni llega tras una errática etapa al frente de los Knicks, con más sombras que luces. Se espera que recupere el vigor mostrado en Phoenix, donde precisamente Nash se convirtió en sus ojos en pista. Uno de los principales avales, sino el único a estas alturas, es la presencia del canadiense y la facilidad que conllevaría la reconversión del difuso ataque en algo más digerible.
El juego de D´Antoni requiere piernas frescas y mente libre. Se comparte un efecto solidario con el balón, que distribuiría Nash. Ahí es donde los críticos de la elección respiran con dificultad. Kobe, Pau y Howard compartiendo tiros. No habrá equidad, básicamente porque los tres no podrán hacer más de una veintena de lanzamientos a canasta, salvo locura colectiva resumida en una pizarra con tachones. Y me refiero a esos tres sin contar con World Peace o Jamison, o el resto de acompañantes que aspiren a jugarse más de 8 tiros por choque.
La cabeza de la otrora estrella del Tracer de Milán tiene que echar humo con las combinaciones posibles de sus clásicas jugadas, retocadas en base a una nutrida colección de nombres.